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mar adentro

«El mar adentro comienza cuando la tierra firme se pierde de vista. Esas alturas del mar son para los grandes navegantes, para el que deja una orilla convencido de que alcanzará la siguiente.
Al Mar Adentro en la Sangre se llega cuando el corazón ha zarpado con rumbo al siguiente puerto, sin tierra a la vista, donde cada latido tiene la dimensión de un salto al vacío.»  J. Soler

 

 

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Estanque

A que yo era Roger Ballen y también me gustaba retratar pequeños pueblos del sur

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De la serie Dorps, «pared sobre cama» Roger Ballen, 1984

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Visita

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Llegué a la ciudad anoche. Conocí en el hostal a Hugo, un chiapaneco que se ve que conoce todos los alrededores, y me prometió llevarme hoy a un lugar donde pueda hacer fotos del interior de las casas. A las 4 pm quedamos de vernos y empezamos a caminar. Mientras Hugo me platica sobre el lugar donde nació vamos recorriendo las calles rumbo a las combis que nos llevarán al pueblo donde viven sus tíos «ahí puedes tomar todas las fotos que quieras con toda confianza» me dice Hugo con una sonrisa.

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Casi a las 6 llegamos al pueblo. Después de algunas calles, Hugo reconoce la casa de su tío, que trabaja en construcción y que hace tiempo fue su jefe hasta que él, Hugo, decidió irse a vivir a la costa. «Un gran hombre» me dice conmovido. Hace muchos años que no visita la casa según me cuenta pero «sigue igualita» cuenta emocionado tocando la pared.

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No parece que hace tanto no visite a los tíos porque hasta el perro lo recuerda. Es el primero en asomarse a saludarlo y hacerle fiesta. Hugo le da un par de cariños mientras espera formalmente a que nos abran la puerta.

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La tía acaba de lavar, y aunque se apena por abrir la puerta con la ropa mojada, se disculpa con la emoción de ver a Hugo y lo abraza efusivamente. Nos invita a pasar y tras recuperarse del gusto de verse y reconocerse, él me presenta como su amiga «la fotógrafa» sin saber la ilusión que me genera esa descripción.

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El tío aún no llega de trabajar porque sale a las 5 «y de aquí a que llega» dice la tía. Para la espera ella nos ofrece agua de jamaica y tortillas de harina que acaba de preparar. «No son como las conoces» me advierte Hugo, anticipando que yo pensaré en tortillas tía rosa. La tía nos trae las tortillas y confirmo que no son lo que yo imaginaba. Están buenas y son dulces, parecen coyotas sonorenses. Hugo empieza a contar los últimos años de su vida y la tía la vida de los primos. Yo pido permiso para usar el baño y me voy a tomar fotografías de la casa.

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Son las 7 pm. El esperado momento llega cuando al fin Hugo se encuentra con su tío. Emocionados los dos me piden que les haga un retrato junto al árbol de limones.

Después de un par de tepaches regresamos a San Cristóbal. Son casi las 10; vamos llegando.